SAP: definición y contexto
© Antonio
Escudero Nafs, Lola Aguilar Redo, Julia de la Cruz LeivaFuente: La lógica del Síndrome de Alienación Parental de Gardner (SAP): Del
síndrome “puro” a la “terapia de la amenaza” que puedes bajarte directamente de
aquí: http://www.florida-family-lawyers.com/site-index/site-index-frame.html
NOTA: he copiado tal cual el
texto pero he quitado bibliografía, notas a pie de página y algunas cursivas
(sustituyéndolas por comillas) para facilitar la lectura.
La definición constituye el enunciado teórico principal: “El
síndrome de alienación parental (SAP) es un trastorno infantil que surge casi
exclusivamente en el contexto de disputas por la custodia de los niños. Su
manifestación primaria es la campaña de denigración del niño contra un padre,
una campaña que no tiene justificación. Ello resulta de la combinación de una
programación (lavado de cerebro) de adoctrinamiento parental y de las propias
contribuciones del niño para el vilipendio del padre objetivo. Cuando un “maltrato/abuso
sexual” está presente, la animosidad puede estar justificada y así la
explicación del síndrome de alienación parental para la hostilidad del niño no
es aplicable”.
Si observamos con detalle la formulación del concepto, vemos que
en su enunciado se condensan: (a) El contexto donde surge y donde se aplica:
litigio por la custodia; (b) Agentes causales y víctima Parecen claros los dos
agentes etiológicos y la víctima: progenitor y niño alienadores y progenitor
alienado. Sin embargo según la definición como síndrome infantil, el hijo
debería a la vez ser considerado agente causal y víctima; (c) Síntomas: el más
importante de los síntomas en el niño, la “campaña de denigración”, es al mismo
tiempo el resultado de la suma de un “adoctrinamiento” o “programación” del
progenitor alienador sobre el niño, y de las aportaciones, propias, de éste; y
(d) Aspectos de nomenclatura: definirlo como síndrome médico y como trastorno
infantil. Ambos conceptos (síndrome e infantil) surgen de la concurrencia de
ocho síntomas que se diagnostican en el niño: (1) Una campaña de denigración.
(2) Racionalizaciones débiles, absurdas, o frívolas para la desaprobación. (3) Ausencia
de ambivalencia (4) El fenómeno del “pensador-independiente”. (5) Apoyo
reflexivo al padre alienante en el conflicto parental. (6) Ausencia de culpa
sobre la crueldad y/o explotación hacia el padre alienado. (7) La presencia de
escenarios prestados; y (8) Extensión de la animosidad hacia los amigos y/o
familia extendida del padre alienado.
B. EL CONTEXTO Y SU OBSERVADOR
b.1 El contexto
La necesidad de contextualizar toda investigación o conjunto de
investigaciones, debiera estar presente en todo proyecto. En este sentido, el
hincapié de Gardner en explicitar previamente el contexto donde surge y se
desarrolla el SAP, puede considerarse sin duda adecuada al formato de
investigaciones médicas o sociales. Sin embargo ello puede obedecer a otra
hipótesis: aislar este concepto en los campos del litigio, de tal forma que el
sistema legal se baste para la evaluación y aplicación de medidas.
“El contexto de disputas por la custodia de los niño”, que se
enuncia en la definición, es el origen y dominio del SAP. Es donde casi
exclusivamente surge, pero es también dónde se aplica. Lejos de entenderse como
un modelo teórico, se da por probada su existencia como entidad definida. Su
uso pragmático en situaciones de conflicto entre “partes” es el que da sentido
al SAP. A partir de ahí, surge entre otras, la “necesidad” de ser incluido como
“trastorno” en un sistema de clasificación de enfermedades consensuado (y oficializado)
como es el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
utilizado en Estados Unidos (DSM).
No podemos abordar aquí con su extensión correcta, lo que de forma
simplificada nombramos como contexto de litigio entre progenitores, más aún si
la violencia (incluimos cualquier tipo de abuso) está presente.
Sí compete señalar dos aspectos correspondientes a este contexto,
en primer lugar, el SAP es una estrategia legal, y en segundo, la introducción
del SAP tiene capacidad, al introducir en él la “enfermedad” como nuevo
elemento de comprensión, de “transformar” ese contexto de origen. Este trabajo,
y cualquier otro que aborde el SAP, lo harán sobre este contexto posterior a la
introducción del SAP. A partir de su aparición en un litigio, una de las partes
será tratada “como sí” fuese enferma (pues también será sancionada como si no
lo fuera), y su palabra, y la del niño, habrán cambiado su valor (propio) al
ser resignificadas a partir de entonces como síntomas. En el mismo sentido, el
expediente judicial, será tratado a partir de ahora, “como si” de un expediente
clínico se tratase.
El SAP adquirirá forma, se materializará en los contextos de
litigio, aunque afectará a espacios vinculados, como servicios sociales, de
salud mental, educativos, etc. En los contextos legales lo hará de tres formas:
(a) como parte de las argumentaciones entre las partes en los juicios orales,
(b) como valoración de “expertos” convocados (como “testigos o peritos”) a los
juicios, y (c) como medio de contención del progenitor diagnosticado como “alienador”.
b.2 El punto de observación de Gardner
La actividad profesional más conocida de Gardner fue la de
psiquiatra experto en casos de custodia y de abusos. Pertenece este ámbito al
de la psiquiatría y psicología forenses, un contexto, donde, según Gutheil, “la
relación pertinente es la de ‘examinador-examinado’ o ‘evaluador-evaluado’”, no
la de clínico-paciente.
Gardner relata dónde obtuvo los conocimientos que le permitieron
describir el SAP y aplicarlo: “Posteriormente, gané extensa experiencia con
tales diferenciaciones (sobre falsedad o verdad) en acusaciones contra
profesores, monitores de ‘scouts’, clérigos, niñeras, vecinos, y mujeres
adultas con retraso que acusan a parientes ancianos de haber abusado
sexualmente de ellas en la niñez. Las experiencias en estos otros dominios me
permitieron agudizar los criterios que he usado para diferenciar entre
acusaciones de abuso sexual verdaderas y falsas promulgadas por niños con SAP.
Aunque muy pocos hoy agiten las banderas con “Creed en los Niños” y “los Niños
Nunca Mienten”, nosotros todavía vemos acusaciones falsas de abuso sexual,
sobre todo en el contexto de las disputas por la custodia infantil”.
Aunque sea siempre preciso preguntar sobre el “punto de vista” del
descriptor, no puede serlo menos hacerlo por el otro “punto” de quien “se
siente” en la “mira” de aquel. Es necesario no eludir la complejidad de una
relación donde quien está siendo observado actúa en función de quien le
observa, máxime, cuando están en juego cuestiones tales como la retirada de la
custodia de un hijo. Aquí más que en cualquiera otra, la relación “examinador-examinado”
va más allá de lo que los etnógrafos denominaron “observación participante” (como
metodología de investigación), pues el observador aquí interviene activamente.
En los contextos del SAP, la “espontaneidad” está imposibilitada cuando, la
parte examinada está en “alerta”, pues desconoce las respuestas “correctas”
para un evaluador dotado de gran poder (para Gardner, del poder delegado por
los tribunales de la amenaza).
Al igual que cualquier otro contexto legal, no debiera ser el SAP
un espacio impenetrable a la Ética; según Gutheil: “para evitar el engaño
–incluso inadvertidamente- de quien examina es crucial que el examinando sea
plenamente informado –en realidad prevenido- sobre las implicaciones de esta
relación diferente que tiene lugar con el evaluador forense”. Desde el segundo
tercio del siglo pasado ya había irrumpido en la ciencia la afirmación según la
cual “la presencia del observador cambia la naturaleza de lo observado”. Esto
es de fundamental relevancia en el SAP, tanto en el propio diagnóstico de los
niños examinados, como en lo que se llama “diagnóstico diferencial”, donde, las
“reacciones” del entrevistado ante el entrevistador pueden llegar a redefinirse
como “síntomas”.
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La metodología empleada por Gardner para atribuir la naturaleza
médica al SAP
© Antonio
Escudero Nafs, Lola Aguilar Redo, Julia de la Cruz LeivaFuente: La lógica del Síndrome de Alienación Parental de Gardner (SAP): Del
síndrome “puro” a la “terapia de la amenaza” que puedes bajarte directamente de
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NOTA: he copiado tal cual el
texto pero he quitado bibliografía, notas a pie de página y algunas cursivas
(sustituyéndolas por comillas) para facilitar la lectura.
EL ARGUMENTO RETÓRICO DEL SAP: JUSTIFICACIÓN
COMO “SÍNDROME”-”MÉDICO”-”PURO”
El enunciado del SAP, su formulación y presentación son –
exclusivamente- médicos. Para Gardner el SAP constituye un síndrome “según la
mejor definición médica del término”.
Cabe preguntarnos, ¿por qué definir algo tan complejo como es la
interacción social múltiple y compleja en distintos niveles que constituye el
SAP como algo en esencia médico?
La calificación de “síndrome médico puro”, no es una mera
adjetivación, la pureza, según Gardner, es el sustento o la base del síndrome y
de su naturaleza médica. Pero, para Gardner algo “tan” puro debe tener una
etiología concreta. Para Gardner es evidente cuál es y ello permite delimitar a
los agentes causantes y a la víctima.
El mecanismo que entonces explica esta relación entre la
sintomatología en el niño y la causa de la misma, debe ser (pues no plantea
ninguna alternativa teórica) una “programación” mental.
Aquí pureza alude a lo evidente y a lo único, tanto a la
sintomatología como a la causa. El SAP alcanza con ello el modelo perfecto en
medicina al que aspiran la mayoría de las entidades médicas. Conseguir
delimitar en una entidad patológica la etiología y el mecanismo de acción
supone la posibilidad de tratarla, no sólo sintomáticamente, sino en su origen,
es decir, de forma curativa. Según el modelo médico ideal, esto se consigue, al
menos conteniendo al factor etiológico, y si no erradicándolo.
Pero, ¿en qué descansa, en el decir de Gardner esta “puridad”?
El enunciado sobre la pureza
sindrómica
Hablar del diagnóstico es hacerlo sobre la naturaleza del niño (y
como más adelante veremos, es también hacerlo sobre la del “adoctrinador”). En
este enunciado Gardner justifica la inclusión del SAP dentro de los trastornos
infantiles. Es a partir de la “similitud” entre los “niños con SAP”, descritos
por los ocho síntomas que el mismo Gardner nombra, por la que el síndrome
adquiriría su “pureza”:
- “Un síndrome es más “puro” debido a que la mayoría (si no todos)
los síntomas en el grupo (‘cluster’) predeciblemente se manifiestan juntos”.
- “Esta consistencia es la que hace que los niños con SAP se
parezcan unos a otros Es debido a estas consideraciones que el SAP sea un
diagnóstico relativamente “puro” que fácilmente puede ser hecho”
- “Existe una significativa superposición y a menudo fluidez en
los diagnósticos del DSM. Ninguno es “puro”, pero algunos son más puros que
otros, y el SAP es uno de los más puros”.
La idea de pureza sustentará a su vez tres propiedades del SAP:
(1) la facilidad del “diagnóstico”, (2) la facilidad para la detección en la
población de “síndromes de AP” y (3) la posibilidad de hacer estudios con
fiabilidad interjueces: “A causa de esta pureza, el SAP se presta bien para
estudios de investigación porque la población a ser estudiada por lo general
puede ser fácilmente identificada. Además, tengo confianza en que esta pureza
será verificada por futuros estudios de fiabilidad interjueces”.
Con lo último se cumpliría una función, al menos casi,
epidemiológica sobre el síndrome. Por otra parte, la capacidad que otorga por
medio de la pureza para alcanzar una fiabilidad interjueces lo pone Gardner al
servicio de la obtención del reconocimiento en el DSM: “Los comités (DSM) están
particularmente interesados en los estudios de fiabilidad interjueces que
validen la “pureza” relativa de la enfermedad que está siendo descrita”.
Según Jablonski, “en su uso actual, el término [síndrome] se
asemeja mucho a Proteo, dios de la mitología griega que poseía el don de
adoptar varias formas, y, por tanto, es indefinido, probablemente indefinible,
porque presenta un rostro diferente cuando lo enfrentamos y porque significa lo
que se desee que signifique”. Para Kendell y Jablensky: “desafortunadamente,
una vez que un concepto diagnóstico como esquizofrenia o síndrome de la Guerra
del Golfo adquieren un uso general, tienden a ser ‘reificados’. Esto es, las
personas demasiado fácilmente asumen que se trata de una entidad de algún tipo
que puede ser invocada para explicar los síntomas del paciente y cuya validez
no necesita ser cuestionada”.
Para Gardner, la inclusión del SAP dentro del DSM le otorgaría ese
reconocimiento como entidad médica “real”. Y como tal se le supondría un
garante científico, principal atributo a su vez de veracidad ante los litigios
por custodia.
Que el SAP se incluya en un listado reconocido, es crucial para su
uso en los juzgados. Por ello, la negación de reconocimiento por la Asociación
de Psicología Americana, no importa tanto a Gardner como el rechazo de la
Asociación Psiquiátrica: “Uno de los argumentos dados en tribunales de justicia
contra la admisibilidad del SAP es aquel ‘no ha sido reconocido por la
Asociación Psicológica Americana.’ Primero, la Asociación Psicológica Americana
no tiene una lista específica de entidades como enfermedades que esté
formalmente reconocida. La Asociación Psicológica Americana es básicamente un
gremio con muchas funciones, p. ej., establecer normas para el entrenamiento de
psicólogos y el tratamiento psicológico de pacientes. Esto no constituye un
cuerpo científico que investiga la validez científica de entidades clínicas. La
Asociación Psiquiátrica Americana tiene funciones similares para los
psiquiatras, pero publica un listado de trastornos psiquiátricos (DSM-IV) que
reconoce como entidades clínicas”.
Gardner usa como referencia para la consistencia conceptual del
SAP la definición del Diccionario Psiquiátrico de Campbell por la cual un
síndrome es: “una colección o agrupación de signos y síntomas disyuntivos,
variables, cuya frecuencia para recurrir conjuntamente sugiere la existencia de
un solo proceso o desorden patológico que la explique”.
Sobre esta base, para Gardner “el SAP es uno de los síndromes más
puros en psiquiatría, especialmente los casos moderados y severos, en los
cuales la mayoría si no todos los síntomas se manifiestan juntos”.
Gardner sigue la definición del diccionario de Campbell según la
cual: “en general, tres niveles de categorización pueden ser diferenciados en
medicina: (1) un signo o un síntoma aislado, sin referencia a las
características o causa asociadas o a la causa, y con poco valor predictivo. (2)
un agrupamiento clínico de signos o síntomas en un síndrome distintivo. (3) un
cuadro clínico distintivo que es explicado por un proceso patofisiológico
identificable o agente etiológico”.
Gardner señala a continuación lo siguiente: “En mi libro de 1992
sobre el SAP, describí lo que consideraba ser los factores etiológicos que eran
operativos y delineé los pasos por los cuales estos factores contribuían al
desarrollo del desorden. Otros examinadores también han descrito los mismos
factores etiológicos y mecanismos patógenos. Por consiguiente, considero a eso
ser una buena justificación para mi conclusión que el nivel 3 se ha alcanzado”.
Las definiciones de síndrome, dadas por distintos diccionarios y
glosarios de psiquiatría y psicología, lo describen como un “conjunto de
síntomas y signos que existen a un tiempo y definen clínicamente un estado
morboso determinado”, o de forma casi idéntica, como un “conjunto de síntomas
característicos de una enfermedad cuya configuración constituye una condición
identificable”.
Si bien la definición dada en la versión de 1995 del DSM-IV se
correspondería más con esta tercera categoría de Campbell, diez años después,
en la “Guía de uso del DSM-IV-TR”, First, Frances y Pincus, refieren que “no
hay ningún nivel de abstracción único que caracterice a todos los trastornos
del DSM”, situando de nuevo el concepto de síndrome en el nivel “descriptivo”.
Realmente, el nivel 3 de Campbell sólo lo alcanzarían aquellos
síndromes psico(pato)lógicos “biogenéticos”, tal como son definidos por
Castilla del Pino, aplicables a enfermedades primaria o secundariamente
cerebrales (ejs, síndromes confabulatorio amnésico o de Korsakoff, de Heller,
del lóbulo temporal, etc.). De hecho, las bases etiológicas precisas para
cuadros más eminentemente psiquiátricos y psicológicos (como ejemplos, los síndromes
de Kaspar Hauser, Cotard, o Munchausen) no están aún precisadas. Para Vallejo “en psiquiatría (…) la clínica es proteiforme y
cambiante, las fronteras con otras patologías difusas, el pronóstico variable,
la condición genética y biológica del trastorno inexistente, y la respuesta
terapéutica inespecífica y muchas veces impredecible”.
La aspiración de síndrome va para Gardner más allá de constitui “un
juego de signos o una serie de sucesos que ocurren juntos, lo que a menudo
apunta a una enfermedad sola o a una condición como causa” (“The CancerWEB
Project”).
Si entendemos que el método científico se constituye por un “conjunto
de procedimientos sistemáticos y organizados que conducen a encontrar
respuestas a problemas planteados”, una de
las preguntas más pertinentes de este trabajo, y la mejor vía para entender la
naturaleza del concepto “pureza” es:
¿Cuál es la naturaleza de la relación, empírica o lógica
(inductiva o deductiva), utilizó Gardner para la conformación sintomática, el
diagnóstico, y la etiología del SAP?
La metodología empleada por
Gardner para atribuir la naturaleza médica al SAP
Gardner emplea el recurso argumental de la analogía con
determinadas entidades médicas para explicar la naturaleza médica del SAP, el
concepto de “síndrome médico”, y la existencia de una etiología única y
definida.
En el “razonamiento por analogía” se argumenta que dos conceptos
(objetos o sucesos) son similares, de tal forma que la propiedad de uno sería
también aplicable al otro. Según Ferrater por este razonamiento “se deduce de
la semejanza de unos objetos, en determinadas notas, su semejanza en otra nota”.
Realmente, como refiere Ferrater, “junto a las semejanzas, hay que investigar
diferencias y ver las relaciones entre ambas dentro de un conocimiento
‘tolerablemente extenso’, sólo cuando la semejanza es muy grande y la
diferencia muy pequeña, sostiene J.S.Mill, puede aproximarse el razonamiento
por analogía a una inducción válida”.
La analogía con el “Síndrome de
Down”: La denominación de “síndrome médico” del SAP
En base a su experiencia, Gardner observó que las actitudes de
rechazo de muchos niños hacia el progenitor no custodio eran similares,
nombrando ocho “signos” de este rechazo como “síntomas”.
Gardner explicó que “fue la contribución del niño la que me
condujo a mi concepto de la etiología y patogénesis de este trastorno”. Tanto
la contribución (“campaña”) como la semblanza común de los “niños del SAP”
quedan recogidas en los ocho síntomas (o una mayoría) que conforman el “síndrome”
y que fueron enumerados más arriba, y abordados con más detalle en la próxima
sección.
La analogía empleada con el Síndrome de Down es la siguiente: Dado
que la “aparente” desconexión o ausencia de coherencia interna de los síntomas
del Síndrome de Down indican la existencia de un síndrome, de igual forma, la “disparidad”
de los ocho síntomas descritos por Gardner constituyen un síndrome. Gardner
siempre, y sólo, utilizará este argumento: “El síndrome (SAP) tiene una pureza
debido a que la mayoría de (si no todos) los síntomas en el conjunto se
manifiestan previsiblemente juntos como un grupo. A menudo, parecen no estar
relacionados, pero lo están realmente porque tienen generalmente una etiología
común. Un ejemplo podría ser el Síndrome de Down, el cual incluye una multitud
síntomas aparentemente dispares que no parecen tener una vinculación común (…).
Los pacientes del Síndrome de Down parecen a menudo muy semejantes y la mayoría
exhiben típicamente todos estos síntomas. La etiología común de estos síntomas
dispares se relaciona con una anormalidad cromosómica específica. Es este
factor genético el responsable de agrupar juntos estos síntomas aparentemente
dispares. Hay entonces una causa primaria, causa básica del Síndrome de Down:
una anormalidad genética”.
Pero este razonamiento por analogía sólo podrá considerarse como
una inducción válida (siguiendo la propuesta de Mill apoyada por Ferrater) “cuando
la semejanza es muy grande y la diferencia muy pequeña”.
Gardner no se “encontró”, al contrario que Down, con la
concurrencia de signos físicamente “evidentes” (epicanto, quinto dedo más
corto...), sino que utilizó una serie de términos, que acotados y relacionados
entre sí constituían “síntomas”. Fue él quien describió aquello que habría que
entenderse por cruel. El denominador común de los diferentes comportamientos es
la crueldad injustificada. Aunque es difícil concebir una crueldad ”justificada”,
Gardner sí apela a una línea de algún tipo que divide lo justificable de lo que
no es. Pero aquí nos perderíamos.
Aunque para Gardner la equiparación de ambos conceptos es
evidente, son precisas una serie de reflexiones en torno a ello.
- Gardner sitúa al mismo nivel lógico la clinodactilia por
hipoplasia de la falange media del 5º dedo, un surco palmar único, o las manchas
de Brushfield en el iris, que pueden darse conjuntamente en el Síndrome de
Down, con una “racionalización débil, absurda, o frívola para la desaprobación de
un niño a un progenitor”, o la “ausencia de culpa sobre su propia crueldad” del
SAP.
- Mientras los síntomas de Down están o no están presentes,
independientemente del observador, los síntomas descritos del SAP, estarán presentes
si el observador infiere que están presentes. Los síntomas “ausencia de culpa”
y “crueldad” son más propios del observador que lo pueda ser el “surco palmar
único”. Lo interpretable en los signos del Síndrome de Down es su presencia junto
a otros signos/síntomas y sus posibles consecuencias para la salud (anomalías
cardiacas). Por el contrario, en el SAP se trata de deducir (interpretar)
frivolidad o crueldad a partir de un acto de habla de la persona observada, o
de la descripción de dicho comportamiento en otros documentos. Adjudicar a un
comportamiento (en este caso actos de habla) la cualidad de frívolo o cruel
(síntomas) depende en gran medida del propio uso del lenguaje (su habla) que
hace el examinador y de sus propios valores morales (¿qué es la crueldad y
cuáles son sus límites que la definen?). Límites que para el examinador se presuponen
distribuidos en una clasificación entre lo justificable y lo no justificable
(recordemos que el SAP se define como campaña no justificada).
- Los síntomas, y el diagnóstico del síndrome de Down son
independientes de la edad de la persona. En el SAP, en este caso de igual
forma, lo que tendría que variar con la edad del niño parece estático, y así,
queda sin plantear: cuál es la diferencia de racionalización entre un niño de
cuatro años y otro de once; qué es la crueldad para un niño de tres años; cómo
afecta en el rechazo la angustia de separación en un niño de dieciocho meses; a
qué se alude por el concepto de depresión enmascarada en los adolescentes y su
relación con el rechazo.
- Gardner parece obviar que al igual que todos los síndromes médicos
reconocidos, el Síndrome de Down lo fue tras años de investigaciones
científicas y controversias metodológicas y teóricas, hasta alcanzar un
consenso y delimitación final. Por el contrario, Gardner no propone la
existencia de un síndrome, sino que lo da por descubierto, y lo define como “puro”
y por tanto conceptualmente inamovible,
- El autor no menciona que múltiples teorías, considerablemente
dispares, fueron adjudicadas al Síndrome de Down tras la primera descripción
que John Langdon Down hizo de aquél en 1862. Down describió entonces
prácticamente todos los signos fenotípicos ahora reconocidos, pero no fue hasta
1961, en que varios científicos proponen sobre la base de las evidencias el
nombre de “anomalía por trisomía 21”, y que la OMS en 1965 determina
oficialmente su nombre actual. Con esta última anotación histórica sólo se
intenta evidenciar cómo la descripción de un síndrome no implica
simultáneamente el conocimiento de su etiología.
La analogía con “las neumonías”: el síndrome con causa única. Para
Gardner, es esencial en el concepto síndrome la existencia de una única causa
que lo explique. Esto lo podemos ver mejor reflejado en otro símil propuesto
por el autor que intenta diferenciar entre “síndrome” y “enfermedad”. Según él
define, la enfermedad sería un término más amplio, debido a que puede haber
muchas causas para una enfermedad particular. Para explicar esto usará como
referente la neumonía. Según la define, la neumonía sería una enfermedad que
comprende a su vez muchos tipos de síndromes diferenciales (neumocócica y
bronconeumonía), causados cada uno de ellos por un agente etiológico
específico. Para Gardner, cada uno de estos tipos de neumonía serían realmente
síndromes (por tener causa) y no enfermedades: “El término de síndrome es más
específico que el término relacionado de enfermedad. Una enfermedad es por lo
usual un término más general porque puede haber muchas causas para una
enfermedad particular Por ejemplo, la neumonía es una enfermedad, pero hay
muchos tipos de neumonía, por ejemplo, la neumonía neumocócica y la
bronconeumonía - cada una de las cual tiene síntomas más específicos, y cada
una podría razonablemente considerada un síndrome (aunque el uso común puede no
utilizar el término)”.
De nuevo, como en el Síndrome de Down, esta analogía con las
neumonías se reitera y la más de las veces se reproduce literalmente a lo largo
de su producción.
La analogía con el Síndrome de
Gilles de la Tourette: el síndrome definido como trastorno según la
nomenclatura del DSM:
A través de estas analogías, Gardner intenta mostrar que la
inclusión DSM está muy próxima conceptualmente: “La secuencia en psiquiatría ha
sido cambiar el nombre del síndrome por el de trastorno después de que
repetidos estudios confirmen su existencia, especialmente cuando el agente
etiológico ha sido identificado. En ese momento el DSM cambia el nombre de
síndrome por el de trastorno. Por ejemplo, el síndrome de Tourette se convirtió
en Trastorno de Tourette cuando entró en el DSM-III en 1980”.
Ante el rechazo que pueda suponer en los litigios por custodia, la
no inclusión del SAP en el DSM, Gardner apela que ello se debe a una cuestión
de tiempo, y probablemente dado que define al SAP como un trastorno infantil,
pone como ejemplo de ello a los trastornos de Tourette y Asperger: “No fue
hasta 1980, 95 años más tarde, que el trastorno se introdujo en el DSM. Es
importante notar que en aquel punto, el Síndrome de Tourette se convirtió en el
Trastorno de Tourette. Asperger primero describió su síndrome en 1957. No fue
hasta 1994, 37 años más tarde, que fue aceptado en el DSM-IV y el Síndrome de
Asperger se convirtió en el Trastorno de Asperger”.
Sin embargo, Gardner desea aclarar que en ocasiones el concepto de
síndrome está tan imbuido en el nombre que resulta complicado realizar el
cambio: “por ejemplo, el síndrome de Down, aunque bien reconocido, nunca llegó
a ser Trastorno de Down. Asimismo el SIDA (…) es una enfermedad bien reconocida
pero todavía conserva el término de síndrome”. Esta aclaración permite a
Gardner no entrar en contradicción con la idea anterior sobre el reconocimiento
y nueva nominación como trastorno, de aquellos síndromes en los que
especialmente se ha identificado el “agente etiológico”.
Sin embargo las analogías médicas seleccionadas por Gardner, se
diferencian de los modelos reales en medicina, y así, con respecto al propio
síndrome de Gilles de la Tourette, Tolosa señala que “los estudios de
segregación familiar han demostrado la enorme variedad del fenotipo. No debe
extrañar, por tanto, que el marco clínico y los criterios diagnósticos estén en
permanente cambio”. Teniendo presente esto, “el diagnóstico se basa
exclusivamente en los datos clínicos”, al mismo tiempo que “ante la
variabilidad de los síntomas y las oscilaciones de su intensidad, resulta
particularmente difícil valorar cualquier programa terapéutico”.
En conclusión, Gardner selecciona los trastornos con los que
intenta establecer una analogía, según distintos aspectos del SAP: definición,
etiología o inclusión en el DSM. Las analogías por sí mismas se constituyen
para Gardner en la demostración de su pureza sindrómica y con ella de la
existencia del SAP.
Según Eemeren y Grootendorst, desde lo que denominan la
perspectiva pragma-dialéctica, en el esfuerzo del hablante por transferir la
aceptabilidad de las premisas a la conclusión de su argumento y lograr que el
oyente acepte su punto de vista, “le comunica, por así decirlo, que él conoce
el camino que conduce desde lo que ya es aceptado hasta el punto de vista”. En
este sentido distinguen tres tipos de argumentaciones, en las cuales el
hablante intentará convencer a su interlocutor de que son: algo es sintomático
de alguna cosa, algo es similar a alguna otra cosa, o algo es un instrumento
para lograr alguna otra cosa. En este punto, el esquema argumentativo más
próximo al fragmento anterior sería el segundo tipo, el que actúa por
similitud. Según la definición de los autores, este argumento se basa “en que
la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclusión haciendo que se
comprenda que existe una relación de analogía entre lo que es afirmado en el
argumento y lo que es afirmado en el punto de vista”. Añaden que “la
argumentación se presenta como si existiera un parecido, una concordancia, una
semejanza, un paralelo, una correspondencia o algún otro tipo de similitud
entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista”.
El siguiente texto, en el que concurren dos de los trastornos
mencionados, junto a la expresión de “pureza”, puede ayudarnos a comprender el
estilo argumentativo de Gardner: “(...) que el SAP no sea realmente un síndrome
(...) es visto sobre todo en tribunales de justicia en el contexto de disputas
por la custodia infantil. Esto es un argumento a veces promulgado por los que
demandan que el SAP incluso no existe. El SAP es un trastorno muy específico.
Un síndrome, por definición médica, es un conjunto de síntomas (...). (...)
agrupados juntos debido a una etiología común o causa básica subyacente. (...)
en consecuencia hay una especie de pureza que un síndrome tiene y que no puede
ser visto en otras enfermedades. Por ejemplo, una persona que sufre con la
pulmonía neumocócica puede tener el dolor en el pecho, tos, esputo purulento, y
fiebre. Sin embargo, el individuo todavía puede tener la enfermedad sin que se
manifiesten todos estos síntomas. El síndrome es a menudo más “puro” porque
(si) la mayor parte (si no todos) los síntomas en el conjunto se manifiestan de
forma predecible. Uno podría ser el síndrome de Down (...).
Pero en sentido estricto, este fragmento, antes que la descripción
de algo perteneciente al campo médico, se trata de una argumentación dialéctica
transportada a lo que intentaría ser un texto técnico. El fragmento, parece que
va a ofrecer en su inicio algún argumento concluyente sobre la existencia del
SAP. Sin embargo, recurre de nuevo a la definición del síndrome como puro
(tanto desde la descripción como desde la etiología), y utiliza dos de las
analogías ya expuestas, mientras se evade la respuesta a la cuestión
fundamental.
Para Gardner, su argumento es tan evidente que muestra su
incredulidad sobre las dudas para ser considerado un síndrome psiquiátrico:
- “El SAP es un trastorno relativamente ‘puro’ cuando es comparado
con otros desórdenes psiquiátricos”
- “De hecho, es ‘más puro’ que muchos de los síndromes descritos
en el DSM-IV”
- “Los evaluadores pueden tener opiniones diferentes en cuanto a
la etiología y el tratamiento de un particular trastorno psiquiátrico, pero hay
por lo general algún acuerdo general sobre su existencia. Y esto debería ser
especialmente el caso sobre un trastorno relativamente ‘puro’ como es el SAP,
un trastorno que es fácilmente diagnosticable debido a la semejanza de los
síntomas de los niños cuando uno compara una familia con otra. ¿Por qué,
entonces, debería haber tal controversia sobre si realmente el SAP existe o
no?”
Cabe preguntarnos, al hilo de la reclamación de Gardner del
reconocimiento psiquiátrico, y por ello médico del SAP, ¿por qué sin embargo no
recurrió a los trastornos psiquiátricos para establecer analogías? El que
pudiera ser más próximo, y que ofrece como justificación para su inclusión en
el manual clasificatorio norteamericano DSM, el trastorno de la Tourette, se
encuentra muy próximo al campo de la neurología infantil. Sin duda, recurrir a
los trastornos mentales como fuente de analogías, dificulta otorgarle al SAP lo
que otros trastornos si pueden dar: una etiología sobre la cual actuar. En este
sentido, Berrios afirma: “La historia de las ideas etiológicas en psiquiatría
nos enseña que todas las ideas sobre la causalidad (incluyendo las actuales)
tienen un desarrollo histórico (...) No hay nada malo en la transitoriedad en
tanto que todas las opiniones sean negociadas de forma adecuada entre los
clínicos y sus pacientes o clientes; lo que es un error para los psiquiatras es
tomarse demasiado en serio a sí mismos y presentarse diciendo que son
científicos puros en la búsqueda de las causas reales del trastorno mental”.
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